miércoles, 18 de enero de 2017

La clínica y 2


Pasó la enfermera con la pastilla de la noche. –He traído una pastilla para dormir- señaló sin sacarla del bolsillo –sí, ya sé que no quiere tomarla, pero por si acaso- Ni contesté. Salió y apagamos la luz. La habitación se sumió en la penumbra, un punto de luz mínimo al nivel del suelo impedía la oscuridad absoluta. Esta noche me costaba conciliar el sueño y comencé a dar vueltas en la cama.

Poco a poco comencé a oírlos, al principio no les di importancia pero poco a poco reclamaron mi atención. Procedían del baño y eran como rumores acompasados que se oían intermitentemente. Comencé a imaginar estando mi vista fija en el techo de la habitación. De repente un sobresalto, la puerta del baño se abrió. 

Y después nada.

No aguanté sin saber más, poco a poco me levanté y fui en silencio hacia el baño. Agarré la puerta abierta y miré, creí ver algo, me sobresalté y después no recuerdo nada.

Fui despertando poco a poco, sentí un dolor sordo en mi pierna, acerqué mi mano y me asusté, tenía la pierna vendada.

Accioné el interruptor de la luz y no reconocí la habitación.

Mi primera idea era que no había despertado aún. De repente un pensamiento me asaltó, un espejo, necesito un espejo. Como pude me levanté y entré al baño, lo que vi en el espejo me derrumbo.

Ante mí, un cuerpo de mujer, mucho más joven que yo pero ajado por la vida. Con la mano libre me acaricie el rostro, sentí mi mano recorrer una barbilla desconocida, vi unos ojos tristes y derrotados fijos en mí, ¿Dónde estaba yo? ¿Dónde estaba mi brazo?

Me sentí desfallecer, me senté en una pequeña banqueta e intenté comprender la situación sin éxito. Me sentía solo y desolado, buscaba mi vida y no correspondía a este cuerpo, a esta situación. ¿Estaría perdiendo la razón? Salí del baño y me tumbe en la cama de aquel hospital otra vez.

Mi cabeza hervía acompasada al ritmo de mis pensamientos, intentaba buscar una explicación a una situación imposible. Sin apenas percibirlo caí en un desasosegado sueño.

Sobresaltado desperté, me eché mano a la pierna primero, tocando después el resto de mi cuerpo. Estaba frío y empapado en mi propio sudor. Con la ayuda de mi asustado acompañante fui al baño, allí delante del espejo estaba yo otra vez.

Una ducha y una conversación más tarde, la tranquilidad y el convencimiento de haber tenido una pesadilla me hicieron calmar. Me había parecido tan real que no paraba de mirar mi pierna y mi brazo.

Pasadas unas horas me puse la bata y salí a pasear por el pasillo. Cuando ya regresaba se abrió la puerta de la habitación de enfrente.

Creí desvanecerme cuando la vi, sus ojos, su boca, su pierna vendada.



No me cupo la menor duda…   


4 comentarios:

  1. Qué bueno, Rafael, y qué inquietante. Muchas veces he tenido miedo de vivir experiencias parecidas. Un beso y sigue, por favor, regalándonos con tus letras.

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    1. Gracias por tu apoyo, sin el creo que hace tiempo que me hubiera rendido. Un besazo

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  2. Creo Rafa que reflejas momentos que estas viviendo...intrigante..Un besico

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  3. En parte si, pero no te dejes engañar por las palabras...

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